lunes, 22 de octubre de 2012

22/10/2012

Entrevista del Seminario de LIJ Y HUMOR a la escritora EMA WOLF

Ud. dice: "A los libros de aventura les debo la lectura". ¿Por qué ese género y no otro? ¿Se trata de una filiación sentimental o intelectual? Es obvio: son los libros que me gustaban de chica. Yo entonces no entendía de géneros, era puro impulso hacia las lecturas que me proporcionaban placer.
Alguien se hace lector cuando encuentra un libro que lo lleva a buscar otro. Eso significó para mí el primer libro de la saga de Sandokán. El pirata me había flechado. Después la búsqueda se abrió y se multiplicó en muchos libros similares. Con los años, claro, vinieron las lecturas más sofisticadas y los relatos intimistas, el drama psicológico, la angustia existencial, pero siempre conservé una marcada preferencia por las historias de espacios abiertos, donde los héroes, siempre expuestos, se desplazan, y yo con ellos.
De chica quería que me mostraran el mundo, y eso hicieron aquellos libros, lo desplegaron delante de mis ojos: otras épocas, otros lugares, otras formas de vidas; allí resonaban las distintas culturas –verdaderas o truchas-, religiones, lenguas, códigos, paisajes, bestias remotas. Piensen en una nena que vivía en una tranquila casa suburbana. No me puedo imaginar leyendo historias de nenas como yo, a las que les ocurrían cosas parecidas. ¿A quién le podía interesar eso? Yo quería todo lo que no conocía.
Pienso que si yo hoy fuera nena, buena parte de la oferta de lecturas, sobre todo las escolares, me habría dejado bastante frustrada. ¿Cuántos lectores como yo habrá? ¿Encuentran lo que buscan?

¿Cuáles son los clásicos para chicos que recomendaría leer? Pondría a un costado la palabra "clásico": trae muchas confusiones y una carga de inevitabilidad incómoda. Digamos: "buenos textos". Textos que un lector adulto entrenado consideraría inteligentes y de buena factura. Un lector que, por cierto, no abunda entre los mediadores.
Nuestros chicos leen mucho a los autores argentinos que están vivos y en circulación -el mismo Villafañe parece haber quedado en el baúl- y me pregunto si con eso es suficiente. Si no les estamos escamoteando la noción de literatura como continuidad, que lo que se escribió hoy tiene pasado, que hay una Historia y una memoria, que esto existe porque antes hubo aquello otro. ¿Qué saben de Conrado Nalé Roxlo? Algo se quebró en las lecturas de hijos, padres y abuelos.
Incluso la tradición europea, que en parte nos es tan cercana, luce borrosa. ¿Quién ha leído completo Peter Pan?
No sé si otros países han sido tan poco consecuentes con la propia tradición. Vos leés Harry Potter y es un compendio de la literatura inglesa para niños, más la europea.

¿Cuál es la actitud de un humorista ante el mundo? El humorista mira, y ve el absurdo. Donde otros bostezan escuchando un discurso pero no dejan de adjudicarle algún sentido, el humorista se regocija observando lo absurdo de todo eso.
¿A qué atribuye su mirada paródica en parte de su literatura con el destinatario infantil?
Mi mirada paródica no tiene nada que ver con el destinatario infantil, como tampoco mi humor. Es lo que me sale, lo que me gusta, lo que disfruto, y la edad que pueda tener el destinatario no modifica en nada ese aspecto. Escribo así, para grandes y para chicos. La sencillez o la complejidad de la idea, y en consecuencia los recursos que uso para llevarla a puerto, es lo que finalmente va a decidir quién tendrá acceso a ese libro. No hay consideraciones del "afuera", del territorio civil de los lectores, no tengo propósitos concernientes a la edad.

¿Cree que sus libros enseñan a reír a los niños?
No, ellos ya sabían reír desde antes. Yo les doy nuevos motivos para hacerlo.

¿Considera que los lectores infantiles decodifican correctamente su mirada irónica?
No entiendo lo de "correctamente". ¿Hay una manera incorrecta de decodificar la ironía? Se entiende o no se entiende. ¿Cómo no la van a entender? A menos que sean muy pequeñitos, claro.

¿Es Ud. la primera en parodiar el género “terror” en Argentina?
Nunca pensé en eso. Supongo que no, que no fui la primera. Sí puedo decir que empecé a parodiar a los personajes clásicos del terror en la segunda mitad de los '70 con Casimiro; y eso es bastante temprano; pero no tengo la sensación de haber inventado nada. De chica me gustaba "Arturito, el fantasma justiciero", una historieta de Billiken con un fantasma que no crecía aunque lo estiraran con un rodillo y, para disgusto de sus padres, era bueno.
Creo que hay que buscar los antecedentes de la literatura no sólo en los libros de literatura sino también en otros géneros y soportes que andan dando vueltas. En la vieja radio, la televisión, el cine, las cosas increíbles que ves en YouTube.

¿Cómo fue escribir Perafán de Palos junto con Laura Linares?Muy divertido. Fue el último trabajo que hice con la máquina mecánica. Tuvimos que ir a buscar los libros de la secundaria porque no nos acordábamos por dónde pasaba la raya de Tordesillas ni dónde empezaba el Río de la Plata. Nuestra riquísima fuente de vocabulario fue la Enciclopedia Sopena en tres tomos que me compró mi abuela cuando tenía diez años.
Lo más lindo de estos libros es cuánto tenés que averiguar para poder hacerlos. Algunas cosas que se le ocurrieron a Laura, como la zarabanda de bodas, todavía me hacen reír mucho, justamente porque no se me ocurrieron a mí.
Mientras escribíamos también saltaron a la vista cuestiones técnicas que no aparecen cuando una trabaja sola. Por ejemplo, que contar es como circular por un espacio con una cámara en la mano, tenés que saber dónde la vas a ubicar para que la otra persona pueda seguirte.
No me imagino escribiendo a cuatro manos algo con una marca autobiográfica fuerte, pero un libro histórico, sí. Era todo muy sorprendente: cualquier episodio que inventábamos, la realidad ya lo había inventado antes.

¿Qué libro de su producción es su preferido? ¿Por qué? ¿Cuál le dio más satisfacciones?
No tengo un favorito, pero El libro de los prodigios me interesa bastante en cuando a resultados. Quise hacer un libro en torno a lo prodigioso, lo maravilloso, lo paradojal. Entonces fui buscando prodigios en la naturaleza, en la ciencia, en la conducta humana, en el arte, en la religión... A medida que encontraba alguno de estos pequeños tesoros, debía mostrarlo. Y lo hice creando para cada uno un engarce leve, una historia de base, mínima, que me permitiera exhibirlo sin aplastarlo, sin ahogarlo en medio de un cuento, por ejemplo. Bueno, creo que salió bien.
Los libros dan satisfacciones de distinto tipo, algunas económicas, otras por su repercusión, otros nada más que porque te encantó hacerlos, como La casa bajo el teclado... Deciden los libros, en realidad.


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